lunes, 30 de noviembre de 2020

 Abuela, llevo pensando en ti más que de costumbre estos últimos días. Se acercan las Navidades y en el fondo sigo pensando que voy a llegar a España y que vas a estar ahí, como siempre, que te podré dar ese abrazo y ese beso que tanto nos gustaban a las dos y que me dirás que me quieres mucho y que soy tu nieta favorita. Las lágrimas no dejan de caerme cuando pienso que no será así y me viene la imagen de la última vez que te vi. Ay, abuela, quién me lo iba a decir. ¿Por qué me empeñé en creer que llegarías a vivir cien años?

Abuela, bien sabes que tú y yo tuvimos la suerte de vivir juntas y de poder disfrutar la una de la otra. Siempre tuvimos una conexión especial, que no creo que pueda olvidar nunca.

No sé si algún día tendré hijos, sabes que me encantaría, pero ten por seguro que si los tengo les hablaré de ti.

Las dos sabemos que lo que hiciste por mí cuando viví contigo no lo has hecho por nadie. Nunca podré agradecerte la capacidad de adaptación y la paciencia que tuviste conmigo, aquellos detalles que tenías conmigo y nuestras charlas.

Me gustaría llegar a tu casa por Navidad, poner el árbol contigo y contarte qué tal me va aquí. Me encantaría poder decirte que he recuperado la fe en la educación, aquí es distinta a España, seguro que te gustaría saber cómo es aquí y lo que estoy aprendiendo.

Tengo tantas cosas que decirte que no sé ni cómo escribirlas.

Escribirlas es como si te las dijera a ti, pero sé que eso no va a volver a pasar.

Siempre que intento colocar tu foto bien se cae, quiero creer que es una señal para decirme que estás conmigo. Te necesito aquí cerca, abuela, porque nunca pensé que te fueras a ir tan pronto. Porque sí, para mí ha sido pronto, no estaba preparada y te voy a echar de menos toda la vida.

Te quiero, abuela.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Me resisto a pensar que cuando vuelva a España por navidad no estarás, que este año viviremos lo que siempre he tenido miedo de que llegara: tener una silla vacía en la mesa.

Y es que, abuela, por mucho que sepa que ya no estás con nosotros todavía no me hago a la idea.

Pienso en ti todos los días, no puedo no hacerlo.

Escribir estas letras me ayuda, pero nunca tanto como poder darte otro abrazo.

Y es que, abuela, no sé dónde estás. No sé si podré volver a encontrarme contigo alguna vez.

Me gustaría poder coger el teléfono cada vez que me acuerdo de ti y contarte cómo estoy y lo que hago.

Me gustaría que sepas que cada vez que veo el cielo bonito me acuerdo de ti, que los aviones siguen pasando, pero que tú ya no estás para contarlos.

Me gustaría no quedarme con las ganas de preguntarle a papá cada vez que hablo con él que qué tal estás. Tengo que admitir que siempre lo voy a preguntar pero luego me doy cuenta de que no tendrá respuesta porque él tampoco puede hablar contigo.

Desde que murió Chón cada vez que veo un gato me acuerdo de ella y creo que es una señal.

Pero desde que tú nos dejaste no veo señales, no sé si es porque no quiero verlas. He decidido que cada vez que vea un avión en el cielo me acordaré de ti, porque estuvieras donde estuvieras siempre los contabas.

Ay, abuela, no te haces a la idea de lo que me haces falta

miércoles, 4 de noviembre de 2020

 Estoy en clase y pienso en llamarte cuando termine porque tengo ganas de oírte, pero me doy cuenta de que ya no estás y casi se me caen las lágrimas en medio de clase.

A veces sigo pensando que sigues aquí y cuando me doy cuenta de que ya no, se me rompe el corazón.

Ay, abuela, no sabes cuánto te echo de menos.

No sé cuánto me va a costar interiorizar que no estás físicamente conmigo, pero que siempre vas a estar a mi lado.

No sé cómo pensé siempre que llegarías a ser centenaria y que me quedaba mucho tiempo para aprovechar a tu lado. Al menos doy gracias de haber podido comer contigo casi cada día este verano, de que no hayas sufrido y de haber podido 'despedirme' de ti.

No sé dónde estás, ni siquiera si realmente estás en algún sitio. Me parece más fácil pensar que no te has evaporado como si nada, sino que has ido a algún sitio en el que estás con el abuelo y en el que ya no hay dolor. Ahora el dolor nos lo hemos quedado nosotros mientras superamos tu pérdida, aunque no sé si lo llegaremos a hacer algún día.

Abuela, te quiero mucho, quiero que lo sepas.

No voy a decir te quería, porque yo te sigo queriendo tanto como cuando estabas aquí y lo seguiré haciendo.

sábado, 31 de octubre de 2020

 Abuela, me acabo de dar cuenta de que últimamente me recojo el pelo más. Lo hago inconscientemente, pero sé que a ti te gustará. Ojalá estuvieras aquí para verlo porque te echo mucho de menos.

Sigue cuidándome ahí donde estés.


Te quiero mucho,


P

lunes, 26 de octubre de 2020

Los últimos años de mi vida he crecido creyendo que llegarías a ser centenaria, aunque hubiera deseado que fueras eterna. Hace poco menos de un mes nos dejaste y todavía no me he hecho a la idea de que el próximo lunes no podré llamarte para felicitarte en tu nonagésimo cuarto cumpleaños.
Pienso en este último mes y me doy cuenta de que de manera intuitiva sabía que te ibas, aunque no hubiera señas para ello.
Cuando bajamos a que me despidiera antes de que cerraran la carretera me dijiste que qué me dabas para que me acordara de ti en Alemania, yo te dije que no hacía falta que me dieras nada porque te llevo en el corazón. Hoy solo puedo seguir diciendo esto porque ya no me queda llamarte para sentirte cerca. No sé cómo me voy a quitar la costumbre que tenía de llamarte, al menos, una vez a la semana. Sigo pensando en ti y en que debería llamarte como lo hacía el año pasado cuando estaba en Salamanca. La diferencia este año es que tú no querías que viniera a Alemania y que yo no puedo llamarte para hacerte saber que estoy bien. Espero que allá donde estés veas que estoy bien, pero que te echo mucho de menos.
Unos días antes de que nos dejaras llamó mi abuela Maruja a casa y quería hablar conmigo, Jimena se mosqueó porque le preguntó primero por mí, ya sabes que todas las semanas os llamaba. Mi madre justificó a mi abuela diciendo que es que yo la llamo y me acuerdo mucho de ella, así lo manifesté yo también y me refería a ti, pero lo hice como si ya no fuera a poder hacerlo más. En aquel momento yo no lo sabía, pero ya lo sentí así. ¿Por qué?
Aquel sábado cuando te vi, supe que te ibas y todavía no soy consciente de lo que implica.
Cuando anuncian que confinan Huesca y que la situación se complica, agradezco que no estés para que no lo pases mal encerrada en casa y aburrida. Pero egoístamente pienso que si estuvieras podría seguir llamándote y recordar lo que es el amor puro.
Si pienso en el último día que te vi, la imagen que se me viene a la cabeza eres tú luchando por repirar mientras me preguntabas que cuándo me iba y que me fuera bien. Tampoco puedo dejar de verte mirándome con los ojos como platos cuando el personal sanitario te colocaba en la silla de ruedas que te llevaría al hospital por última vez.
Estoy siendo muy egoísta y no pensarlo mucho, porque no sé si lo podré llevar.
Aún sabiendo que no te tendría cerca si no nos hubieras dejado no puedo dejar de echarte de menos y de pensar en ti. Cuando hago la cama pienso en lo nerviosa que te pondrías al ver que no la levanto como tú hacías. Cuando hago la comida pienso en cómo sufrías por lo mal que he comido siempre.
Ay, abuela, no te haces a la idea de lo que te echo de menos y no hace ni un mes que te fuiste,
Ojalá allá donde estés puedas verme y seguir disfrutando conmigo como lo hacía yo contigo.
Te voy a querer siempre,
P.

martes, 13 de octubre de 2020

 Ay, abuela, ¿qué nos has hecho?

¿Cómo ha podido pasar?

Todavía no soy consciente de la falta que me vas a hacer.

Cuando te vi el sábado sabía que era tu día y que no nos volveríamos a ver, no sabes cómo me duele el corazón desde entonces. No sabes lo triste que me has dejado.

Siempre tuvimos una conexión especial, aquellos dos años viviendo juntas nos hicieron mucho bien a las dos.

Espero que me veas, que me cuides y me protejas siempre. Yo prometo echarte cada vez menos de menos, pero no olvidarte nunca, no creo que lo haga.

La última vez que habíamos bajado a Huesca, para despedirme antes de mi viaje a Alemania, me dijiste que qué me podías dar para que me acordara de ti y yo bien te dije que no me tenías que dar nada porque te llevo en el corazón. Siempre lo haré, abuela.

No sabía que se podía echar así de menos.

No me acordaba de qué era estar llorando todo el día, no dormir por la noche y no tener ganas de comer.

No sé cómo puede haber cosas tan dolorosas en este mundo y tan impredecibles.

Me hubiera gustado saber cómo te sentías las últimas semanas, si lo veías venir. Estabas cansada, cansada de vivir, este verano, pero nunca me imaginé que llegaría tu hora tan pronto. Y digo tan pronto porque aunque has vivido casi 94, mis 22 años a tu lado se me han hecho cortos.

Me has roto el corazón, abuela.

Nos lo has roto a todos.

Te prometo que seguiremos adelante, que nunca te olvidaremos y que haremos todo lo posible por cuidar unos de otros. Pero necesito que me prometas que nos vas a cuidar ahí donde estés, que nos vas a acompañar en cada paso que demos y que estarás tan orgullosa de nosotros como lo has hecho siempre.

Estas míseras palabras no pueden resumir ni reflejar todo lo que siento porque es demasiado intenso.

Ay, abuela, ¿por qué nos has dejado? ¿Por qué no pudiste ser eterna?

Siempre salías de todo, eras más fuerte que nadie.

Siempre creí que serías centenaria, no sé cómo voy a poder vivir pensando que te faltaban más de seis años para serlo.

Creo que disfruté todo lo que pude de ti, que te cuidé mientras vivías y que te ayudé todo lo que pude. Aunque, si te soy sincera, eso nunca será suficiente porque dejas un vacío en mi vida que no sabía que podía sentir.

Abuela, te quiero lo que no está escrito.

Todavía no me hago a la idea de que te has ido, a pesar de que cada vez que pienso en ti las lágrimas inundan mis ojos.

El sábado tuve el presentimiento de que ya no resurgirías de las cenizas como nos tenías acostumbrados. 

Sigo sin entender el porqué de todo.

Me gustaría saber dónde estás, si estás acompañada del abuelo, de tus hermanas y de tus padres. Ojalá algún día nos reencontremos.

Ay, abuela, no sabes lo que te echo de menos.


Te quiero infinito,


P.

sábado, 26 de septiembre de 2020

 Sin planearlo hoy me he encontrado con tu mirada cuatro veces.

Una tras otra.

No era tu mirada, pero la de tu padre.

¡Qué raro es mirar a un desconocido y encontrarte con la mirada de un 'conocido'!



sábado, 22 de agosto de 2020

La conversación

 No sé si me lees. 

Tampoco sé si quiero saberlo. 

Ni siquiera sé si quiero que lo hagas. 


Me parece un poco absurdo escribir aquí, es como si de alguna forma te lo dijera a ti. 

Aunque a estas alturas, ¿para qué? 


Tras tu 'no-llamada' del otro día, no sé si fue hace un mes o dos, pensé que igual uno de los dos tendría que haber dado el paso. 

Y preguntar qué tal, qué tal estos tres años. 

Y no quedarnos en un bien como solíamos hacer, sino hablar y contarnos cosas. 


Hoy esto me parece imposible, porque ni siquiera lo era en su día.

Aunque no te voy a engañar, he fantaseado con la idea: llamarnos, preguntarnos qué tal y responder sinceramente demostraría que los dos nos hemos superado.

Algo que quizá no quedo muy claro en nuestra última conversión, ¡qué dramático suena esto!


Yo ahora tengo la tranquilidad que solo el tiempo me ha podido dar.

Me siento feliz y satisfecha con cada paso que he dado y doy.

Me costó salir adelante de aquel agujero en el que estaba metida, pero ni he olvidado ni odio todo lo que estaba en aquel agujero.

Sabes que en su día contigo me quedaron muchas espinas clavadas, hoy solo tengo una: conseguir tener una conversación sincera y adulta.

No la quiero tener ni sobre lo que pasó ni sobre lo que vino después, sino sobre la vida en general.

Tampoco quiero que sea ya, ni en tres años, quiero que sea cuando los dos demostremos que estamos preparados.

Preferiblemente antes de nuestra próxima vida. 


Con cariño, 


P


miércoles, 22 de julio de 2020

¿Qué decirte hoy?
La verdad es que no sabría ni por dónde empezar.
¡Y qué pena!

Me gustaría poder decir
que tras tres años has reunido valor
que hemos sabido tener una conversación como adultos
y que, por fin, sabemos algo el uno del otro.

Sin embargo, lo único que puedo decir es que ayer me encontré al otro lado del teléfono a la misma persona que tiempo atrás.
Esa que sigue jugando.
Esa que no sabe ir más allá.

Hoy un fantasma del pasado vive en mí.
Llevo todo el día preguntándome el porqué,
no sé darle solución,
ojalá me ayudaras.

No entiendo por qué lo hiciste
y, menos, de la manera en que lo hiciste.

Al final de nuestra relación no te entendía.
Hoy, sigo sin hacerlo.

¡Cómo te ha gustado siempre descolocar mi mente!

Me has demostrado que igual te importo más de lo que me ha demostrado tu silencio estos años.
Aunque también me has demostrado que piensas que soy más tonta de lo que soy.

¿Por qué vuelves casi tres años después?
¿Qué quieres de mí?

En fin, N.
¡Cómo me gustaría que le echaras valor a la vida!
¡Cómo me gustaría que te atrevieras a decirme eso que llevas tanto tiempo callando!
¡Cómo me gustaría equivocarme con lo que pienso!

Quiero que sepas que, tal y como te dije en su día, puedes contar conmigo para lo que necesites.
Aunque no te lo merezcas.

Con el cariño que te guardo,

P

P.D. Después de aquel audio no creí que te merecieras una llamada, no creí que merecieras que te molestara más.
Así lo he creído estos casi tres años.
Hasta hoy, que me doy cuenta de que a ti ese gesto que a mí tanto me costó no te ha importado nada.
Cuando me cambié de teléfono y reapareciste en mi “agenda telefónica” lo entendí como una señal, tú me lo has demostrado.


jueves, 9 de julio de 2020

no entiendo
hoy me ha dado por recordar con ternura aquella tarde en las escaleras, nuestras escaleras, como tú solías llamarlas
si te soy sincera, nunca entendí por qué las llamabas así, si solo pasamos una tarde
supongo que por lo que significó para ti aquel día

rompí a llorar, para mí era algo habitual ya que estaba rota y deshecha
hoy entiendo que para ti no lo fue tanto, acostumbrado a ver alguna lágrima tras la ventana, no esperabas que aquel día lo hiciera a tu lado

demasiadas emociones, demasiada inconsciencia y demasiada desubicación para mí en aquellos días

sentía que eras mi refugio, aunque bien sabes que eras mi huida

a pesar de que nunca fue así, aquel día sentí que me querías y me respetabas

tengo un recuerdo muy agradable de aquella tarde: aquellos abrazos que me reconfortaban, aquellas palabras que me dibujaban una sonrisa en la cara y aquella preocupación tan tuya, que solo pasó aquella tarde

si tuviera que quedarme con un momento de los meses contigo, creo que sería aquella tarde
aunque sabes que no todo fue pasárselo bien

creo que es porque aquella tarde me da el consuelo de que algo bien sí que nos llevábamos y nos queríamos, de una manera sana, aunque los dos sabemos que nuestra relación fue más tóxica que el veneno

con lo que escribo aquí parece que me contradigo cuando digo que ya no me acuerdo de ti
es cierto que a veces me da por hacerlo

ya he aprendido que si en estos tres años no has sabido buscarme ni encontrarme es porque aquel "Paula, siempre me acordaré de ti" no fue sincero

si busco en mi memoria diría que fue lo más sincero que me dijiste, por tu tono de voz, tu mirada y el momento
pero la madurez y el tiempo me han hecho entender lo que tú tantas veces me echaste en cara:las palabras hay que demostrarlas

en 3 años no has tenido la cobardía de hacerlo

siempre te creí cobarde,
el tiempo me lo ha demostrado

el tiempo me ha demostrado tantas cosas, que me ha hecho quien soy hoy

ojalá a ti también te haya ayudado

si aquel recuerdo sincero no fue más que agua de borrajas (tú me enseñaste esa expresión), no me quiero imaginar el resto

sabes que siempre nos quedó una conversación pendiente
éramos impulsivos, inexpertos, inconscientes e inmaduros; al menos, en el amor

hoy otro gallo hubiera cantado
aunque ya no cantará

martes, 19 de mayo de 2020

Cómo de caprichoso es el destino que hace días que no te pienso y meses que no te deseo.
Y anoché soñé contigo.
Y hoy me he topado con una foto tuya en mi Instagram.
¡Qué caprichoso el destino!


El tú de mis sueños no era ni tu tú del pasado ni tu tú de mis recuerdos.
Tu tú actual, el de la foto, no sé qué decirte. Me ha parecido extraño reconocer a alguien en una foto como si de un desconocido se tratase.

Si te soy sincera, no quiero que llegue el día en el que nos encontremos cara a cara.
No quiero enfrentarme a alguien a quien desconozco más de lo que lo hice una tarde de hace ya cinco años.
No quiero volverme a enfrentar a esas conversaciones vacías y superficiales.
No quiero confirmar que hicimos bien en distanciarnos.

Quiero seguir creyendo que quisimos lo que no pudo ser.
Que hicimos todo lo mal que se pueden hacer las cosas y que aún así nos buscábamos como si tuviéramos imanes internos que se atraían.
Quiero seguir creyendo que lo que nos hizo dañarnos hasta romper fue la inocencia y la inmadurez de aquel que no sabe a lo que se enfrenta.
Quiero seguir creyendo que nuestras miradas eran sinceras, aun sin saber descifrarlas.

Quiero creer que el día que me enfrente a lo que no me quiero enfrentar tú serás quien querías ser y estarás como me gustaría que estuvieras. Y, yo, te miraré con entereza y me alegraré de haberte perdonado.

sábado, 18 de enero de 2020

Hoy 15 enero 2020

Sé que hoy me esperabas
Tanto como yo lo hacía aquel 3 de mayo:
Nada.

Espero no haberte descuadrado los esquemas,
Ni haberte hecho dudar,
Como tú hiciste.

Me ha hecho feliz comprobar que esas mariposas en el estómago no aparecen cuando te veo.
Y que mi corazón no va a mil por hora mientras espera tu mensaje que nunca llega, pero sí cuando espera otro.

En cambio, me ha dado ternura verte llegar con tu padre.
Y ver cómo detrás de la cortina me mirabas para asegurarte de que era yo.
Aunque, si te digo la verdad, no sé si la ternura me la produces tú o tu padre.

¡Lo que hace el tiempo!
Cura, aleja y cambia.
¡Y menos mal!

He de ser sincera,
Me ha dado pena.
Me ha dado pena que fuera así, detrás de una cortina.
Más pena me ha dado comprobar que no estás como me gustaría que estuvieses.
Ojalá un día le eches el valor a la vida que te falta, que tengas las narices (madurez) de enfrentarte a ella.
Ojalá algún día te encuentre, me saludes y me digas que tu vida es cómo me gustaría que fuera.

Qué dichosa esta vida
Y qué tonta yo.
Que en vez de olvidarte, te guarde cariño.
Y me produzcas ternura, después de esas heridas, de las que aún hoy conservo las cicatrices. Y de las que sé, muy difícilmente, podré deshacerme.

Ojalá esta, la vida, te traiga la fuerza que necesitas.
Que te ayude a entenderte y a sincerarte.

Qué intensita estoy últimamente,
Espero que no pienses que estoy loca por ti.
Ambos sabemos que esa fue una realidad durante mucho tiempo.
Hoy agradezco que ya no sea así.

Como te dije la última vez que te dediqué mis palabras:
siempre serás mi primero,
aunque nunca mi presente.

Con cariño,
P

lunes, 13 de enero de 2020

Empezamos año, está de moda comenzarlo con los propósitos de año nuevo. Como si cada segundo que vivimos no fuera una oportunidad para demostrar lo que valemos y lo que queremos. Como si tuviéramos que demostrarles a los demás lo válidos que somos por nuestra capacidad para cumplir objetivos. ¿Somos nosotros los que nos proponemos metas o son los demás los que nos las imponen? ¡Qué sociedad más hipócrita la nuestra! 
Todo ello tiene que quedar reflejado en nuestras redes sociales, no lo olvidéis. 

Antes de empezar año, lo terminamos llenando nuestros 'posts' de fotos que rememoran el año. ¿Realmente tenéis fotos de los mejores momentos del año? Porque yo no. Yo no tengo fotos de cuando el corazón me explotaba del amor que estaba sintiendo, de cuando no tenía lágrimas ni palabras para expresar la impotencia que sentía, de cuando estaba disfrutando a grito pelado en una discoteca con mis amigas, ni de las confesiones con mi hermana, ni de esos maravillosos reencuentros. 

¿Por qué tenemos esa extraña manía de necesitar demostrar que somos felices? ¿A caso fuisteis felices los 365 días del año pasado? Puede que todos los días fuerais un poco felices, pero es imposible que las veinticuatro horas de esos trescientos sesenta y cinco días lo fuerais. Llamadme pesimista si queréis. Yo me considero realista. 

Estamos en un mundo lleno de convenciones sociales con las que no nos sentimos a gusto y, aun así, con las que cumplimos. 
No es cierto que felicitais las navidades y el año nuevo al 99% de las personas con las que habláis entre el 20 de diciembre y el 8 de enero (aprox). ¿Con qué necesidad lo hacéis? 

Yo el año pasado decidí que solo iba a felicitarle las fiestas a aquellas personas a las que mis palabras les iban a aportar felicidad, a aquellas personas que realmente sintieran lo que les estaba transmitiendo. Ni que decir tiene que lo mismo hice este nuevo año.  Es más, me fastidia esa persona que solo se acuerda de mí el 25 de diciembre y el 1 de enero, ¿con qué necesidad? 

Yo quiero personas en mi vida que se acuerden de mí un 15 de marzo, un 1 de agosto... 


De todas esas conversaciones que empezais con un "¿Qué tal?", ¿cuántas lo hacéis por obligación? Las respuestas son 'bienes' vacíos de contenido y verdad, ¿por qué lo seguís haciendo? La educación, sí, está muy bien. Pero... ¿qué pasa con el respeto y la fidelidad a vuestra persona y a vuestros valores?

Hacen falta más personas espontáneas en nuestra sociedad, que le den me gusta a la foto que realmente les gusta y no se lo den a la que no les gusta, sin importar el mg de vuelta; que comenten fotos y respondan a las historias porque así lo sientan; que llamen por teléfono porque te echan de menos, porque te quieren contar algo, porque les gustaría que estuvieras con ellas...; que empiecen una conversación sin un 'Hola, ¿qué tal?' y vayan al grano, porque si necesitan algo, ¡qué más dan los formalismos! 

Ni comento los por favor y gracias innecesarios. 

Estoy un poco hater, soy así, estoy cansada de esos convencionalismos a los que sucumbimos. 

¡Más amor propio! ¡Más espontaneidad! 

Y menos: 'Sumiso y fiel a su merced' (si de cara). 

Prometo volver con más inspiración y amor que transmitir. Hasta la próxima, 
  1. P

viernes, 3 de enero de 2020

3 enero 2020 01:58

Hoy me ha dado por extrañarte,
más de lo que lo hago estos días.
¿Quién me iba a decir a mí que pasaría por no echarte de menos?
He de reconocer que hoy lo he hecho.

Ojalá poder coger el teléfono,
esperar ese pii-pii que me ponía tan nerviosa.
Y escuchar tu voz al otro lado.

Ojalá empezar por un qué tal.
Ojalá que fuera sincero.

No echo de menos tus besos, ni tus miradas.
¡Qué tiempos aquellos!
Pero ojalá saber que estás bien,
que trabajas con tu padre en lo que te gusta.
Y que al llegar a casa le das un beso a tu madre.

Ojalá poder compartir una cerveza
y hacerte partícipe de mi vida.
Ojalá habernos querido bien,
para seguir haciéndolo hoy.
No como nos empeñamos,
sino como la vida nos demostró que debíamos.

Ojalá olvidar esos números,
los que harían esto posible.

Si lees estas líneas, quiero que sepas que estoy bien.
Que ya no te echo de menos,
pero que hoy me ha dado por hacerlo.

Aunque he de confesarte, que aún hoy,
fantaseo con tener esa conversación.
Esa que me daría la paz que solo el tiempo me ha concedido.

Espero que a ti el tiempo te haya traído la madurez que no te permitió sincerarte.
Y ojalá que no vaya acompañada de arrepentimientos.

Porque siempre serás mi primero,
aunque nunca mi presente.

Tu recuerdo ya no duele,
ni va acompañado de lágrimas.
Supongo que te gustará saberlo.

Con cariño,
P.
Porque no te permites flaquear,
porque no te permites fallar.
Pero te tocó a ti.

Está bien ser frágil,
está bien caer
pero está mejor levantarse y gritar.

Gritar que puedes,
que nada va a hacerte caer,
pero de verdad.