lunes, 26 de octubre de 2020

Los últimos años de mi vida he crecido creyendo que llegarías a ser centenaria, aunque hubiera deseado que fueras eterna. Hace poco menos de un mes nos dejaste y todavía no me he hecho a la idea de que el próximo lunes no podré llamarte para felicitarte en tu nonagésimo cuarto cumpleaños.
Pienso en este último mes y me doy cuenta de que de manera intuitiva sabía que te ibas, aunque no hubiera señas para ello.
Cuando bajamos a que me despidiera antes de que cerraran la carretera me dijiste que qué me dabas para que me acordara de ti en Alemania, yo te dije que no hacía falta que me dieras nada porque te llevo en el corazón. Hoy solo puedo seguir diciendo esto porque ya no me queda llamarte para sentirte cerca. No sé cómo me voy a quitar la costumbre que tenía de llamarte, al menos, una vez a la semana. Sigo pensando en ti y en que debería llamarte como lo hacía el año pasado cuando estaba en Salamanca. La diferencia este año es que tú no querías que viniera a Alemania y que yo no puedo llamarte para hacerte saber que estoy bien. Espero que allá donde estés veas que estoy bien, pero que te echo mucho de menos.
Unos días antes de que nos dejaras llamó mi abuela Maruja a casa y quería hablar conmigo, Jimena se mosqueó porque le preguntó primero por mí, ya sabes que todas las semanas os llamaba. Mi madre justificó a mi abuela diciendo que es que yo la llamo y me acuerdo mucho de ella, así lo manifesté yo también y me refería a ti, pero lo hice como si ya no fuera a poder hacerlo más. En aquel momento yo no lo sabía, pero ya lo sentí así. ¿Por qué?
Aquel sábado cuando te vi, supe que te ibas y todavía no soy consciente de lo que implica.
Cuando anuncian que confinan Huesca y que la situación se complica, agradezco que no estés para que no lo pases mal encerrada en casa y aburrida. Pero egoístamente pienso que si estuvieras podría seguir llamándote y recordar lo que es el amor puro.
Si pienso en el último día que te vi, la imagen que se me viene a la cabeza eres tú luchando por repirar mientras me preguntabas que cuándo me iba y que me fuera bien. Tampoco puedo dejar de verte mirándome con los ojos como platos cuando el personal sanitario te colocaba en la silla de ruedas que te llevaría al hospital por última vez.
Estoy siendo muy egoísta y no pensarlo mucho, porque no sé si lo podré llevar.
Aún sabiendo que no te tendría cerca si no nos hubieras dejado no puedo dejar de echarte de menos y de pensar en ti. Cuando hago la cama pienso en lo nerviosa que te pondrías al ver que no la levanto como tú hacías. Cuando hago la comida pienso en cómo sufrías por lo mal que he comido siempre.
Ay, abuela, no te haces a la idea de lo que te echo de menos y no hace ni un mes que te fuiste,
Ojalá allá donde estés puedas verme y seguir disfrutando conmigo como lo hacía yo contigo.
Te voy a querer siempre,
P.

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