jueves, 12 de noviembre de 2020

Me resisto a pensar que cuando vuelva a España por navidad no estarás, que este año viviremos lo que siempre he tenido miedo de que llegara: tener una silla vacía en la mesa.

Y es que, abuela, por mucho que sepa que ya no estás con nosotros todavía no me hago a la idea.

Pienso en ti todos los días, no puedo no hacerlo.

Escribir estas letras me ayuda, pero nunca tanto como poder darte otro abrazo.

Y es que, abuela, no sé dónde estás. No sé si podré volver a encontrarme contigo alguna vez.

Me gustaría poder coger el teléfono cada vez que me acuerdo de ti y contarte cómo estoy y lo que hago.

Me gustaría que sepas que cada vez que veo el cielo bonito me acuerdo de ti, que los aviones siguen pasando, pero que tú ya no estás para contarlos.

Me gustaría no quedarme con las ganas de preguntarle a papá cada vez que hablo con él que qué tal estás. Tengo que admitir que siempre lo voy a preguntar pero luego me doy cuenta de que no tendrá respuesta porque él tampoco puede hablar contigo.

Desde que murió Chón cada vez que veo un gato me acuerdo de ella y creo que es una señal.

Pero desde que tú nos dejaste no veo señales, no sé si es porque no quiero verlas. He decidido que cada vez que vea un avión en el cielo me acordaré de ti, porque estuvieras donde estuvieras siempre los contabas.

Ay, abuela, no te haces a la idea de lo que me haces falta

No hay comentarios:

Publicar un comentario