martes, 10 de abril de 2018

Cuando era pequeña y veía a dos personas dándose un beso, automáticamente daba por hecho que eran novios. Así de pum. Doña sentencias. Pensamiento deductivo infantil. Pero además, no contemplaba otro tipo de explicación posible. En mi cabeza, asociaba besarse con ser muy feliz y por lo tanto, estar juntos. Me he hecho mayor, y he comprendido que los besos van acompañados de risas, de lloros, de discusiones, de reproches, de alegría. De mil emociones. Pero una parte de mí sigue reconociendo a esa niña pequeña cada vez que presencia un beso. Aún sigo pensando que todo empieza con un beso. Y mi parte más inocente sigue creyendo que si dos personas se besan, es porque son felices juntas. Sí, lo sé, nada más lejos de la realidad, pero dejadme soñar. A mí me cuesta mucho darlos, nunca los regalo, y guardo en mi memoria los más especiales. Otros me gustaría recordarlos aunque no puedo. El primer beso que me dieron mis padres, o el primero que di yo.
María Turiel Soler