sábado, 31 de octubre de 2020

 Abuela, me acabo de dar cuenta de que últimamente me recojo el pelo más. Lo hago inconscientemente, pero sé que a ti te gustará. Ojalá estuvieras aquí para verlo porque te echo mucho de menos.

Sigue cuidándome ahí donde estés.


Te quiero mucho,


P

lunes, 26 de octubre de 2020

Los últimos años de mi vida he crecido creyendo que llegarías a ser centenaria, aunque hubiera deseado que fueras eterna. Hace poco menos de un mes nos dejaste y todavía no me he hecho a la idea de que el próximo lunes no podré llamarte para felicitarte en tu nonagésimo cuarto cumpleaños.
Pienso en este último mes y me doy cuenta de que de manera intuitiva sabía que te ibas, aunque no hubiera señas para ello.
Cuando bajamos a que me despidiera antes de que cerraran la carretera me dijiste que qué me dabas para que me acordara de ti en Alemania, yo te dije que no hacía falta que me dieras nada porque te llevo en el corazón. Hoy solo puedo seguir diciendo esto porque ya no me queda llamarte para sentirte cerca. No sé cómo me voy a quitar la costumbre que tenía de llamarte, al menos, una vez a la semana. Sigo pensando en ti y en que debería llamarte como lo hacía el año pasado cuando estaba en Salamanca. La diferencia este año es que tú no querías que viniera a Alemania y que yo no puedo llamarte para hacerte saber que estoy bien. Espero que allá donde estés veas que estoy bien, pero que te echo mucho de menos.
Unos días antes de que nos dejaras llamó mi abuela Maruja a casa y quería hablar conmigo, Jimena se mosqueó porque le preguntó primero por mí, ya sabes que todas las semanas os llamaba. Mi madre justificó a mi abuela diciendo que es que yo la llamo y me acuerdo mucho de ella, así lo manifesté yo también y me refería a ti, pero lo hice como si ya no fuera a poder hacerlo más. En aquel momento yo no lo sabía, pero ya lo sentí así. ¿Por qué?
Aquel sábado cuando te vi, supe que te ibas y todavía no soy consciente de lo que implica.
Cuando anuncian que confinan Huesca y que la situación se complica, agradezco que no estés para que no lo pases mal encerrada en casa y aburrida. Pero egoístamente pienso que si estuvieras podría seguir llamándote y recordar lo que es el amor puro.
Si pienso en el último día que te vi, la imagen que se me viene a la cabeza eres tú luchando por repirar mientras me preguntabas que cuándo me iba y que me fuera bien. Tampoco puedo dejar de verte mirándome con los ojos como platos cuando el personal sanitario te colocaba en la silla de ruedas que te llevaría al hospital por última vez.
Estoy siendo muy egoísta y no pensarlo mucho, porque no sé si lo podré llevar.
Aún sabiendo que no te tendría cerca si no nos hubieras dejado no puedo dejar de echarte de menos y de pensar en ti. Cuando hago la cama pienso en lo nerviosa que te pondrías al ver que no la levanto como tú hacías. Cuando hago la comida pienso en cómo sufrías por lo mal que he comido siempre.
Ay, abuela, no te haces a la idea de lo que te echo de menos y no hace ni un mes que te fuiste,
Ojalá allá donde estés puedas verme y seguir disfrutando conmigo como lo hacía yo contigo.
Te voy a querer siempre,
P.

martes, 13 de octubre de 2020

 Ay, abuela, ¿qué nos has hecho?

¿Cómo ha podido pasar?

Todavía no soy consciente de la falta que me vas a hacer.

Cuando te vi el sábado sabía que era tu día y que no nos volveríamos a ver, no sabes cómo me duele el corazón desde entonces. No sabes lo triste que me has dejado.

Siempre tuvimos una conexión especial, aquellos dos años viviendo juntas nos hicieron mucho bien a las dos.

Espero que me veas, que me cuides y me protejas siempre. Yo prometo echarte cada vez menos de menos, pero no olvidarte nunca, no creo que lo haga.

La última vez que habíamos bajado a Huesca, para despedirme antes de mi viaje a Alemania, me dijiste que qué me podías dar para que me acordara de ti y yo bien te dije que no me tenías que dar nada porque te llevo en el corazón. Siempre lo haré, abuela.

No sabía que se podía echar así de menos.

No me acordaba de qué era estar llorando todo el día, no dormir por la noche y no tener ganas de comer.

No sé cómo puede haber cosas tan dolorosas en este mundo y tan impredecibles.

Me hubiera gustado saber cómo te sentías las últimas semanas, si lo veías venir. Estabas cansada, cansada de vivir, este verano, pero nunca me imaginé que llegaría tu hora tan pronto. Y digo tan pronto porque aunque has vivido casi 94, mis 22 años a tu lado se me han hecho cortos.

Me has roto el corazón, abuela.

Nos lo has roto a todos.

Te prometo que seguiremos adelante, que nunca te olvidaremos y que haremos todo lo posible por cuidar unos de otros. Pero necesito que me prometas que nos vas a cuidar ahí donde estés, que nos vas a acompañar en cada paso que demos y que estarás tan orgullosa de nosotros como lo has hecho siempre.

Estas míseras palabras no pueden resumir ni reflejar todo lo que siento porque es demasiado intenso.

Ay, abuela, ¿por qué nos has dejado? ¿Por qué no pudiste ser eterna?

Siempre salías de todo, eras más fuerte que nadie.

Siempre creí que serías centenaria, no sé cómo voy a poder vivir pensando que te faltaban más de seis años para serlo.

Creo que disfruté todo lo que pude de ti, que te cuidé mientras vivías y que te ayudé todo lo que pude. Aunque, si te soy sincera, eso nunca será suficiente porque dejas un vacío en mi vida que no sabía que podía sentir.

Abuela, te quiero lo que no está escrito.

Todavía no me hago a la idea de que te has ido, a pesar de que cada vez que pienso en ti las lágrimas inundan mis ojos.

El sábado tuve el presentimiento de que ya no resurgirías de las cenizas como nos tenías acostumbrados. 

Sigo sin entender el porqué de todo.

Me gustaría saber dónde estás, si estás acompañada del abuelo, de tus hermanas y de tus padres. Ojalá algún día nos reencontremos.

Ay, abuela, no sabes lo que te echo de menos.


Te quiero infinito,


P.