martes, 17 de octubre de 2017

Hay días en los que nos preguntamos qué nos hace felices, hoy ha sido uno de esos. Sentarme en el tren, ponerme los cascos, leer y desconectar, viajar a mi mundo y reflexionar, darme cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y la cantidad de cosas que cambian.

Hay personas que siempre están ahí, a centímetros o a kilómetros, y son ellos, la familia de sangre o la elegida. Hay personas que parece que siempre van a estar ahí pero llega un día en el que te das cuenta que ya se han ido, a estas hay que dejarlas ir pero no hay que cerrarles la puerta. Estos últimos años de mi vida he hecho muchas amistades pero he perdido otras tantas.

He aprendido que hay gente que llega, revoluciona y se va silenciosamente.
He aprendido que la vida son dos días, que necesitamos gente que aporte, que nos quiera y que nos haga felices.
He aprendido que hay gente que está a tu lado cuando ríes, cuando lloras, cuando pierdes y cuando ganas; esa gente es la que aporta, la que no debemos dejar ir y a la que nunca le podemos cerrar la puerta.
He aprendido que hay gente que no se quiere quedar en la vida, a esa hay que dejarla ir sigilosamente porque no quieren que te des cuenta de su huida.
He aprendido que no siempre necesitamos a gente, que a veces nos necesitamos a nosotros y sí que no nos debemos dejar ir.

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