miércoles, 8 de noviembre de 2017

No me gusta la gente que dice "yo soy una persona muy tal, tal y tal", "mi personalidad es bla, bla, bla", "si algo me define es que soy así o asá". ¿Cómo soy yo? No lo sé. A veces alegre, otras no tanto. Puedo ser un poco gamberra, tener una lengua viperina pero también puedo ser la más dulce del mundo. Me mato por mi gente y mis amigos, aunque en ocasiones me quieran matar ellos a mí. Risueña. Realista. A veces creo tener la clave para solucionar el mundo, y otras no sé ni por donde tirar. Soy un desastre en infinidad de cosas, y muy organizada en otras. Puedo pasar días sola, y en otros momentos estar rodeada siempre. Supongo que mis amigos te dirán que siempre estoy dispuesta a tomar una caña, cenar por ahí o ir a algún garito. Que siempre tengo una historia que contar. Un libro por leer. Un viaje por planear. Un documental por descubrir. Un amor por vivir. Soy un conjunto. Nadie es bueno ni malo al 100%. Borde o simpático al 100%. Nada somos, y todo somos a la vez. Lo que debería preguntarte es, si en tu vida, las cosas que más te gustaría que se asocien a ti, son las que lo están haciendo.

Mery Turiel Soler
Quiero dejar de vivir después. Quiero que mi vida sea siempre antes. Un antes continuo. Uno que no se acabe jamás. Quiero con todas mis fuerzas que nada de lo que haya ocurrido pueda seguir ahí simplemente para hacerme daño. Vivir después es una mierda. Vivir después es lo que nos mata. Lo que nos hunde. Lo que nos hace mal. Causa y defecto. Acción preocupación.

La vida es antes, porque la felicidad está siempre antes. Antes de llegar. Antes de conseguirlo. Aunque haya sacrificio. aunque cueste. Sobre todo si cuesta. Conseguir algo es el primer paso para dejar de desearlo. Porque el deseo es antes, también. Porque vivir después no vale. Vivir después ya está. En cambio, vivir después es vivir donde está el recuerdo, la nostalgia, el dolor y el resentimiento. Los resultados de tu analítica. El divorcio. El desengaño. La experiencia, dirás. Y una mierda, te digo yo. La distopía, esa sensación continua de que pase lo que pase vamos a peor, la inefable regla del 3, esa que asegura que a partir de los 30 años, de las 3 de la mañana y de los 3 gintonics, todo siempre es suceptible de empeorar. Un poco lo que nos pasa en este país. Un poco lo que pasa cuando ya has llamado mujer de tu vida a tres mujeres. Y te das cuenta de que lo fueron. Aunque ocuparan solo su trozo.

Y ahora qué. Preguntarás.
Yo prefiero perseguir antes como quien persigue la luz del sol y no quiere saber nada de ese después al que llamamos sombra. Y así me va. Acumulo ya más finales d elos que jamás he empezado. Comienzo por el final para no tener que enfrentarme tanto a mis principios. Y sonrío de tanto llorar. Y me enamoro sin quererme enamorar.

Seguramente debería ahora hacer una apología del momento, del "carpe diem" de toda la vida, de aprovechar el momento, cambiarle las letras a vivir por beber y acabar este artículo por todo lo alto provocando en ti una sonrisa, y en mí la desazón de siempre.

Pero es que esta línea es justo la que va después de la anterior. Y ya no se me ocurre cómo mejorarla. Ya está escrita, ya está después. Lo que yo re diga.
Seguramente habré perdido el tiempo escribiéndolo, y lo peor de todo, te lo habré hecho perder a ti. Haberlo pensado antes.

Risto Mejide

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Dice Sabina que al lugar donde fuiste feliz no deberías tratar de volver. Y no seré yo quien contradiga las palabras de un maestro. Creo que hay experiencias que están destinadas a quedarse en nuestro recuerdo como perfectas, especiales. Algunas intuyes que serán así, y otras simplemente te sorprenden. Por el momento, por la situación, por las personas con las que las compartes. Y sabes que no se volverán a repetir de la misma manera. Que alcanzaste el cielo de la felicidad en esa ciudad con esa gente. Que le debes el recuerdo de lo vivido sin empañar lo que has sentido. Y atesoras ciudades, personas e historias en tu memoria, como momentos en los que fuiste muy feliz sin ser plenamente consciente de ello. Y volverás, claro que lo harás, revivirás historias pero serás una persona diferente. Y pienso que es algo un poco triste. Como cuando lees un libro que te sacude el alma por primera vez, que te atrapa y te inspira. Lo leerás una segunda vez, y otra vez. Y otra vez. Sabes que ninguna será como la primera. Pero siempre tendrás el recuerdo de cómo te sentiste en aquel momento. Guárdalos. Para ti. Para siempre. No tienen precio.

Mery Turiel Soler

jueves, 26 de octubre de 2017

¿Se puede superar una ruptura sin echar a esa persona de tu vida? Es una pregunta difícil porque tiene muchas respuestas. Primero, porque una ruptura es cosa de dos. Tú puedes querer que esa persona siga en tu vida, pero ella no querer saber nada de ti. Y viceversa. Segundo, depende de las circunstancias. No es lo mismo dejar, que te dejen o dejarlo de mutuo acuerdo. No es lo mismo que te hayan engañado, puesto los cuernos o que simplemente se haya acabado el amor. En mi caso, siempre he necesitado un tiempo. Me ha resultado más fácil pasar página si no sabía nada de la página. Pero eso no significa que esa persona ya no esté en mi vida. Algunos se fueron para siempre, otros se han quedado para siempre de otra forma. Creo mucho en el destino,y en que la vida quita y pone a personas en nuestro camino. Suficiente tenemos con el duelo de una ruptura como para encima presionarnos con si nos estaremos equivocando al dejar marchar a alguien. ¿Cuántas veces hemos pensado que no podíamos vivir sin alguien? Y la vida llega y te demuestra que sí, que siempre se puede. ¿Mi opinión? Siéntate a valorar las circunstancias. A pensar qué es lo mejor para ti. Y que el miedo a perder a alguien no te haga perderte a ti por el camino.

Mery Turiel Soler

martes, 17 de octubre de 2017

Hay días en los que nos preguntamos qué nos hace felices, hoy ha sido uno de esos. Sentarme en el tren, ponerme los cascos, leer y desconectar, viajar a mi mundo y reflexionar, darme cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y la cantidad de cosas que cambian.

Hay personas que siempre están ahí, a centímetros o a kilómetros, y son ellos, la familia de sangre o la elegida. Hay personas que parece que siempre van a estar ahí pero llega un día en el que te das cuenta que ya se han ido, a estas hay que dejarlas ir pero no hay que cerrarles la puerta. Estos últimos años de mi vida he hecho muchas amistades pero he perdido otras tantas.

He aprendido que hay gente que llega, revoluciona y se va silenciosamente.
He aprendido que la vida son dos días, que necesitamos gente que aporte, que nos quiera y que nos haga felices.
He aprendido que hay gente que está a tu lado cuando ríes, cuando lloras, cuando pierdes y cuando ganas; esa gente es la que aporta, la que no debemos dejar ir y a la que nunca le podemos cerrar la puerta.
He aprendido que hay gente que no se quiere quedar en la vida, a esa hay que dejarla ir sigilosamente porque no quieren que te des cuenta de su huida.
He aprendido que no siempre necesitamos a gente, que a veces nos necesitamos a nosotros y sí que no nos debemos dejar ir.