lunes, 26 de febrero de 2018

Que no te cuenten milongas. Ni regalos, ni aniversarios, ni siquiera el mejor polvo sobre la mejor cama. El amor del bueno se demuestra solo en tres momentos clave: en el fracaso, en la enfermedad y en el perdón. Todo lo que no sea esos tres momentos, es todo mentira. Autoengaño emocional. Facilidad de cariño. Un quererse mientras nos sea cómodo. El fracaso y la enfermedad vienen, normalmente solos. No hace falta ir a buscarlos a ningún sitio. Son las hostias que te da la vida sin que las pidas, y muchas veces sin que ni siquiera las merezcas. La única ocasión que depende de nosotros de alguna forma es el perdón. Perdonar es la única actividad que nos hace amables, es decir, ser signos de ser amados. Perdona pero perdona de verdad. Quien no perdona no ama. Quien nunca ha sido perdonado aun no tiene seres queridos. Y quien no sabe perdonar, aún no sabe querer de verdad. Perdona pero perdona hasta el final. Que cuando hablo de perdonar, no me refiero a pronunciar simplemente un "te perdono". No. Eso es maquillaje moral. Bienquedismo social. Eso es sólo el principio de un proceso que, quieras o no, va a durar lo que los dos tardéis en recuperar. Porque el perdón de verdad queda lejos de un borrón y cuenta nueva. Perdona pero perdona lo que haga falta. Es que en esta vida serás tan grande como el perdón que hayas sido capaz de otorgar. Así de claro. Tal cual. Perdona pero perdónalo mucho. Nada más triste que tener que olvidar. Perdonas cuando esto que ha pasado, lejos de separarnos, nos ha unido más. Perdona pero sobre todo sé perdonado. Porque oportunidad, porque esta vuelve a ser la primera. Creer en lo que se había construido antes de cagarla. Y ser consciente de que puede que nos volvamos a equivocar. Es el hoy por ti mañana por mí de las relaciones humanas. Y por último, perdona a quien haya que perdonar. Piensa siempre que la alternativa es ir por la vida pidiendo permiso. Y eso, como todo el mundo sabe, sí que es una cagada monumental.

Risto Mejide

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